lunes, 6 de febrero de 2012

La libertad y una cámara subjetiva

CRONICA DE DOMINGO

La libertad y una cámara subjetiva
Raúl Rivero

Los cubanos que viven en España tienen la vecindad, la presencia y la compañía permanente de un artista que nació en La Habana hace muchos años, salió de Cuba en 1961, y tiene el poder de hablar de aquel país con la lucidez y la pasión de quien se acaba de tomar un café en una casa de la Habana Vieja después de atravesar la bahía, húmedo y distendido, en una lancha de Regla.

El hombre se llama Orlando Jiménez Leal y es un cineasta de renombre internacional que se ha pasado cuarenta años en Nueva York, tiene amores y familia en Miami, y vive en Madrid el esplendor de una adolescencia prorrogada y fija en la atmósfera y en la vida con unas potalas de materias diversas y perpetuas.

Él fue, junto a Sabá Cabrera Infante, el director del documental PM, un filme de 17 minutos, una cámara que seguía a un grupo de cubanos que salía a disfrutar de La Habana nocturna. La película provocó un ataque de ira a los aspirantes al poder eterno y les dio el pretexto para imponer el andamiaje de una censura que mantienen blindada medio siglo después de la noche en que aquellos jóvenes salieran a bailar.

En el exilio, con la experiencia de esa primera película y la manía de su primer oficio como camarógrafo de noticiero, Jiménez Leal se veía obligado a mirarlo todo a través de la cámara, a refugiarme en esa coraza que me distanciaba del mundo real –en el que yo siempre viera como actores a la gente que filmaba.

El cine del codirector (junto a Néstor Almendros) de Conducta impropia, El Súper, 8-A (Ochoa) y otras piezas clásicas, a mí me recuerda siempre los reportajes de algunos escritores. En esas piezas literarias totales y abarcadoras, como en los filmes del cubano, el lector, el espectador lo llega a saber todo acerca del tema, pero al final lo más importante (o tan importante) como la información y el análisis, es la emoción y el color de la vida de los seres humanos que se mueven en el escenario.

Jiménez Leal dice que aprendió a soñar despierto, a ciertas horas, en la ciudad donde nació y en la que le gustaba ver pasar a lo lejos muchachas caritativas, ausentes y recatadas. También sueña siempre con nuevos proyectos de trabajo. “Me considero con una larga obra de proyectos soñados”.

“Anoche mismo soñé con uno”, dice y comienza a contar una historia o decide organizar una exposición con los centenares de fotos de artistas que tiene en un archivo. O, cuando ya terminado soñar con las palabras, se pone a recordar anécdotas de algunos de sus amigos, un tal Guillermo Cabrera Infante y otro, un peruano que firma sus libros con el nombre de Mario Vargas Llosa.

Para mucha gente en este país, cubanos y españoles, colombianos de paso como Plinio Apuleyo Mendoza y viajeros de otras geografías, una tertulia con Orlando Jiménez Leal es siempre la fiesta de la inteligencia y el humor, el juego de palabras, la cultura, los recuerdos y los retratos adelantados del porvenir. Y es un ejercicio de renovación de la confianza en la libertad.

http://www.elnuevoherald.com/2012/02/05/1117508/raul-rivero-la-libertad-y-una.html

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