viernes, 25 de mayo de 2012

Aclaraciones a un editorial de 'Espacio Laical'

Opinión

Aclaraciones a un editorial de 'Espacio Laical'
Antonio G. Rodiles y Alexis Jardines
La Habana-San Juan 25-05-2012 - 10:39 am.

La Iglesia Católica puede jugar un papel trascendente en la transición
si se gana el respeto de todos los que procuran una nación moderna y
democrática.

El más reciente editorial de la revista Espacio Laical pone nuevamente
en la mesa de debate varios puntos de vital importancia sobre el rumbo
que debe tomar la transición cubana.

Primeramente, tenemos que decir que nos parece muy interesante que las
circunstancias actuales empujen a los actores políticos a expresar
públicamente sus posiciones. Se hace cada vez más difícil actuar "en lo
oscurito" en una era donde la información fluye y se filtra con tanta
facilidad. Este es un hecho que sin dudas sorprende a quienes se
acostumbraron a intervenir tras bambalinas.

Dentro del escenario actual tiene lugar un intenso cabildeo destinado a
lograr un relajamiento de la política del gobierno de EE UU hacia el
régimen de la Isla. Esta embestida ocurre a través de tres actores
diferentes. El primero es el Gobierno cubano, el segundo, la jerarquía
de la Iglesia Católica, y el tercero, algunos sectores del exilio.
Aunque varios analistas señalan el hecho como una coincidencia de
intereses, pensamos que resulta poco casual este frente de acción.

La preocupación de muchos activistas por el papel que está jugando la
jerarquía eclesiástica en este ajedrez político, ha ido acompañada de
denuncias en diferentes medios de prensa. Estas recriminaciones jamás
deben ser tomadas como un intento de golpear a la Iglesia cubana, como
se desea hacer ver por ciertos grupos, sino como una llamada de alerta
al papel que debe jugar esta institución y la preocupación de que pueda
ser convertida en rehén de unos intereses particulares.

El editorial de Espacio Laical no solo ha salido a resarcir varios pasos
en falso dados por miembros de su consejo editorial, sino también "los
tropiezos" del cardenal Jaime Ortega en su reciente viaje a EE UU. No
debemos perder de vista que ya en días pasados el periódico Granma hacía
una defensa del prelado, descalificando las críticas de sus detractores.

El reciente cabildeo tiene un perfil muy bien definido y va destinado a
políticos opuestos al embargo, empresarios, grupos de estudio,
universidades, entre los que sobresalen Brookings Institution, Council
on Foreign Relations, Harvard University y CUNY. Curiosamente han
desfilado por los mismos espacios personas ligadas a los tres sectores
mencionados. Roberto Veiga, Jaime Ortega, Eusebio Leal, Arturo López
Levy, Carlos Saladrigas son algunos de ellos.

Dentro de la Isla no podemos obviar el repudio que generó la conferencia
sobre emigración cubana, realizada a principios de mayo y a puertas
cerradas, y de la que fueron excluidos activistas católicos como
Dagoberto Valdés y Oswaldo Payá, así como el académico Juan Antonio
Blanco, actualmente residente en Miami, a quién el gobierno cubano le
anunció que no lo dejaría entrar.

En días recientes un grupo de académicos norteamericanos y cubanos,
afiliados a las instituciones oficiales, se han pronunciado por la
aplicación de medidas que flexibilicen las relaciones entre ambas
naciones. En este escenario aparece un nuevo grupo llamado CAFE, en el
que sobresale Arturo López Levy, al que se le ve, no solo como parte del
equipo de Espacio Laical, sino también de las campañas en favor de los
cinco espías condenados en EE UU.

Resulta cuando menos sospechoso la sincronización de este frente:
Iglesia Católica, Gobierno cubano y emigración complaciente.

Como explicó Carlos Saladrigas en su conferencia realizada en el centro
Félix Varela, es casi imposible que se produzca un cambio de política de
la administración Obama hacia la Isla en pleno año electoral. Sin
embargo, es evidente que esta estrategia apunta a que se produzcan
cambios en caso que el actual presidente fuera reelecto.

Como hemos referido anteriormente, el estado ruinoso del país y la
incierta situación de Hugo Chávez, entre otros factores adversos,
obligan a la elite gobernante a una búsqueda apresurada para solventar
su transmutación y en especial garantizar el futuro de sus herederos. La
pregunta es: ¿Cómo encaja Jaime Ortega en este plan?

En el editorial publicado por Espacio Laical hay varios aspectos a
señalar. El primero que consideramos importante es el protagonismo
político que le asigna a la Iglesia, afirmando que ésta ha sido quien ha
jugado el papel más activo en la construcción de una visión global para
los cambios en Cuba.

Lo que de plano ignora este editorial es que no es a la Iglesia a quien
le corresponde construir una alternativa de nación, eso le toca a la
sociedad civil. Por lo tanto resulta realmente sorprendente que este
grupo desee ocultar el trabajo que por años han realizado tantos actores
políticos, llegando a pagar con largas condenas y hasta con su vida el
compromiso asumido con la democratización de la Isla. La constante
referencia a su propia plataforma a título de solución única es, cuando
menos, ofensiva. Pero esto no es todo. ¿Cómo decir que desde la
oposición no hay un proyecto de nación? ¿Cómo asegurar que quienes
reclaman el fin de una dictadura carecen de legitimidad?

También resulta curiosa la vehemencia con que el Cardenal ha asumido una
tarea que le trasciende. Su papel cuando más debe ser el de mediador, en
caso de ganarse la confianza y el respeto de las partes en conflicto, y
no como activista totalmente parcializado.

El editorial de Espacio Laical pretende obviar un hecho crucial e
imposible de eludir y es que en nuestro país vivimos bajo una dictadura
que ya cumplió 53 años. Dictadura que ha sido manejada por el mismo
grupo desde aquel lejano 1959, dictadura que no admite renovación
ninguna y que obliga a su reemplazo por una democracia.

Otro de los argumentos manipuladores del editorial es el relacionado con
las sanciones económicas impuestas por el gobierno de EE UU al Gobierno
cubano. ¿Por qué tendríamos que repudiar que se sancione a un Gobierno
que no manifiesta ningún interés en mejorar las condiciones de sus
ciudadanos y en cambio no escatima recursos destinados al aparato represivo?

¿Por qué tendríamos que apoyar que el Gobierno incremente aún más sus
deudas, sabiendo de antemano que ese dinero nunca se revertirá en un
desarrollo integral del país?

El tema del nacionalismo es otro punto curioso. ¿De qué soberanía hablan
cuando la economía actual ha sido mantenida a través de las subvenciones
externas y los cubanos hemos sido y seguimos siendo discriminados en
nuestra propia tierra?

Si bien, como plantea el editorial, en algún momento el Cardenal tuvo
una actitud digna ante injusticias cometidas, ¿por qué no hemos
escuchado nuevamente su voz ante las constantes violaciones de los
derechos humanos en la Isla? ¿Dónde estuvo cuando el asesinato de los
tres jóvenes después de una farsa judicial, cuando murieron Orlando
Zapata Tamayo, Wilfredo Soto y Wilman Villar?

¿Dónde estuvo su voz de denuncia durante la ola de arrestos en la
reciente visita del Papa a nuestro país? ¿Dónde está cuando se realizan
los cotidianos y despreciables actos de repudio en la Cuba actual?

Tenemos que aclararles a los autores de ese texto que hablar sin
contorsionismos de la realidad que se ha vivido y se vive en Cuba no es
odio. Llamar asesinos a los responsables principales de la muerte de
miles de cubanos no es prejuicio y mucho menos falta de inteligencia
política.

La inteligencia implica un acercamiento certero a la realidad, y la
realidad en Cuba ha sido y es cruda. Si bien el diálogo debe tener toda
la prioridad como vía de solución a nuestro prolongado conflicto, la
verdad no puede quedar a un lado si deseamos que ese diálogo sea creíble.

La reconciliación no es incompatible con la justicia. Todo lo contrario:
para que exista reconciliación debe haber justicia. Eso sí, no una
justicia que devenga en circo, sino una justica que respete la condición
humana de cada individuo. Si la jerarquía eclesiástica habla tan a la
ligera, y con una visión falsa de reconciliación, no se debe esperar
otra cosa que el descrédito.

La Iglesia Católica pudiera estar llamada a jugar un papel trascendente
en la transición; pero eso solo será posible si se gana el respeto y la
confianza de todos aquellos que buscan una nación moderna y democrática.

http://www.diariodecuba.com/opinion/11247-aclaraciones-un-editorial-de-espacio-laical

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