sábado, 12 de mayo de 2012

El derecho al pataleo

El derecho al pataleo
Jueves, 10 de Mayo de 2012 10:57
Escrito por Víctor Manuel Domínguez

Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) El ejemplo de que los
cubanos estamos unidos para todos los tiempos, quedó bien claro en el
desfile por el Primero de Mayo a lo largo y ancho de la isla. No importa
si uncidos por el narigón ideológico, la cadena política o la soga sindical.

La cuestión es que le demostramos al mundo que mientras no haya
catamaranes, tablas de surf, kayac y balsas para surcar el mar, o en su
defecto, reformas migratorias para sobrevolarlo en confortables o
destartalados aviones, habrá país.

En esa marcha no sólo defendimos los principios revolucionarios y los
derrumbes de un edificio familiar, el amor a los líderes y al pan de a
medio; sino también el derecho al pataleo de los ahorcados en el
patíbulo de la clase trabajadora cubana: La plaza de la revolución.

¿Cuántos cubanos no defendieron allí su derecho a dejar de comer un mes
para comprarse un pantalón? ¿Quiénes no mostraron el afán de sacrificio
que los anima para reunir el salario de un año y adquirir un televisor
para ver el noticiero nacional, cuando la policía interrumpa la
programación por cable que llega desde el extranjero?

¿Acaso el enemigo no vio el pudor de cientos de marchantes que firmaron
la lista de asistencia en los puntos de concentración, y luego se fueron
cabizbajos, ahogando su tristeza en una botella de ron disfrazada de
agua, incapaces de compartir las emociones del desfile?

Para un acto de heroísmo así hay que tener valor, espíritu de entrega,
pues estarían poniendo en manos del imperio su puesto laboral, el
permiso para vender batidos, y el derecho de sus hijos a ingresar a la
universidad, o rellenar fosforeras por cuenta propia.

Cómo si fuera poco el nivel de compromiso y combatividad de los
asistentes (pedían a gritos volver al trabajo, el estudio y a los
piquetes de dominó luego de la voluntaria marcha), muchos líderes
sindicales pusieron un toque de emoción por su entereza.

Había que ver cómo Dominador Verdugo, alias La cotorra, multiplicaba su
gentileza y ofrecía refrescos y choripanes a muchachas incombustibles y
tembas todo temblores, del sindicato de Fumigadores por la Pereza Laboral.

Secretario general desde hace cincuenta del colectivo de tan aguerrida
empresa, Verdugo es un ejemplo de cuánto se puede hacer por la
producción cuando se realiza una labor político ideológico, trabajador
por trabajador, como le orientara Lazo.

Dominador Verdugo, junto a Prisciliano Horca y Bienvenido Lazo, fueron
la raíz, el tronco y los gajos del árbol proletario donde los
Fumigadores por la Pereza Laboral, vieron colgadas sus aspiraciones de
no seguir marchando por el resto de sus vidas.

Durante un combativo debate que sostuvieron entre himnos y matracas,
pitos y llamamientos, consignas y piropos, bostezos y planes para seguir
el rumbón después de enterrado el muerto (o desfile, da igual),
intercambiaron opiniones sobre la marcha.

"Tuve que zarandearlos fuerte para que no esperaran el próximo Primero
de Mayo aquí en la plaza", dijo Verdugo. Horca expresó que a muchos hubo
que izarlos por el cuello para que no siguieran la marcha, y Lazo
agregó, "yo sólo hice mi trabajo": apretar.

Tenían razones para sentirse bien. Con líderes así nada es tan grato
como marchar. Y no porque los amenacen con mancharle el expediente,
suspenderles el estímulo de aseo personal para vender en la puerta del
centro de trabajo, y ni siquiera por el susto de infarto que les provoca
el descuento del salario de un día laboral

Mucho menos por temor a que los acusen de "no confiables", o por causar
con su actitud que al colectivo se le retire la honrosa Orden por la
Pereza Laboral Tranquilino Mota, el Gallardete Seguidores de Hatuey, o
la Condecoración Agradecido como un Perro, de primer grado hasta el quinto.

Nunca por miedo a que los dejen cesantes (o mejor dicho, excedentes o
redimensionados), pues no los mandan pal carajo cuando quieren, ni el
día que tienen ganas, ya que sólo lo hacen, a veces, si a uno de sus
puestos aspira un amante, y siempre que no marchen o no demuestren ser
revolucionarios.

En fin, desfilan por dignidad y para defender las conquistas de la
revolución, que son muchas. Por eso los aplaudo, secundo y me pregunto:

¿Existe otra comunidad humana que haya demostrado a la sociedad de
consumo que la sarna, el dengue, los piojos, no sólo se combaten con
jabón, alimentos y champú medicinal; si no con moral, pelados al rape,
comiendo croquetas de anís y bañándose con zumo de hojas de eucalipto
hervidas?

¿Puede alguien decirme que gobierno y nación (excepto para los nativos),
se abre al mundo y recibe lo mismo a un sacudidor de alfombras en
Teherán como si fuera un califa, que a un gondolero de Venecia como al
dueño de Ferrari?

En Cuba lo mismo da que baje de un avión un hawaiano en taparrabos, con
un hueso atravesándole la nariz y tocando un ukelele, que un lord inglés
con monóculo y cachemira, o un faquir hindú con seis libras de clavos
para donarlos a una escuela.

Igual se les baila desde un Can Can hasta un Ula-Ula. Lo importante es
que sean extranjeros y traigan dólares. Además, ya se está cocinando que
los cubanos que vivan en el extranjero, sean modositos, digan amar a su
país, y entren de espaldas y enjabonados, esparadrapo en boca, puedan
venir a la isla.

Para terminar, sólo haré otra pregunta: ¿Qué otro pueblo puede
sobrevivir alimentándose de promesas, ser feliz por decreto, hablar sin
voz? ¡Ninguno!

Entonces, a marchar y a gozar. Las condiciones del rumbón revolucionario
siempre las pondrán los líderes Dominador Verdugo, Prisciliano Horca y
Bienvenido Lazo.

Todos unidos por el derecho al pataleo de los ahorcados por la revolución.

Eso se los aseguro yo, Nefasto El marchista.

Para Cuba actualidad: vicmadomingues55@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/humor/4053-el-derecho-al-pataleo.html

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